El código ético de un guía canino voluntario de perros de rescate
Un guía canino voluntario de perros de rescate debe tener un código ético y cumplirlo. Una serie de cuestiones básicas y de integridad que le obliguen a realizar su labor con profesionalidad, aunque no reciba remuneración por ello. Porque están en juego vidas humanas
El guía canino es la parte humana de un binomio. Guía y perro forman un binomio y, en el caso de los equipos caninos de voluntarios que trabajan la búsqueda de personas, en España y en muchos países, este binomio no tiene ningún tipo de regulación, ni a nivel individual, ni grupal.
Por eso, desde siempre, cualquiera ha podido y puede intervenir en un operativo para la búsqueda de una persona desaparecida o sepultada bajo escombro, tierra o nieve. Aunque no disponga de la formación adecuada, aunque ni guía ni perro estén preparados o tengan la suficiente experiencia. Aunque no se tenga ni lo mínimo para abastecerse. Basta con presentarse en la zona de búsqueda con un perro y decir que se quiere ayudar.
Ayuda a cualquier precio
Para muchos, toda ayuda es buena. Pero la realidad no es tan sencilla. Según los expertos, la ayuda debería estar siempre regulada y no se debería aceptar a quien no posee la capacidad necesaria para ofrecer esa ayuda.
Basta con comprobar cualquiera de las grandes catástrofes de los últimos tiempos, a las que se suelen presentar numerosos grupos, incluso voluntarios por libre, alegando que van a ayudar. Nadie regula esa situación, nada les impide tomar el primer vuelo y plantarse en el país afectado convirtiéndose, en demasiadas ocasiones, en un problema para quien les recibe, por la carencia de lo necesario – formación, equipamiento, logística – o simplemente, porque la zona afectada carece de las infraestructuras para poder coordinarlos correctamente.
Situaciones inadmisibles
Precisamente esta ausencia de regulación de los grupos caninos de rescate es la que ocasiona situaciones que escandalizan a los que trabajan seriamente en el sector del perro de rescate, ya sea de forma profesional o voluntaria.
La más reciente, relatada por un guía canino del Equipo Cinológico de la Guardia Civil especializado en la detección restos biológicos, que cuenta cómo durante la búsqueda de un desaparecido se encontraron con un supuesto grupo de rescate formado por tres personas. Al preguntarles con quién entrenaban, el que parecía responsable del grupo respondió que «con los de la Guardia Civil de detección de cadáveres». Es decir, con los mismos que les interpelaban y que aquel día no iban identificados como guías caninos de la Guardia Civil. Al decirles que ellos eran «los de la Guardia Civil de detección de cadáveres», lejos de pedir disculpas y marcharse, continuaron con su farsa, añadiendo que en realidad entrenaban con un guía canino de la Guardia Civil… pero ese guía canino lleva años fuera de ese servicio. En resumen, una situación rocambolesca que, sino fuera por la gravedad de lo que entraña, provocaría la risa.
En este ocasión había un profesional conocedor del tema y pudo desenmascarar la farsa pero por lo general, el desconocimiento es grande y permite que cada cual se «venda» como desee.
Se oyen casos incluso de incursiones de personal civil no cualificado en casos en los que hay indicios de delito, algo muy grave por estar exclusivamente reservado a Fuerzas y Cuerpos de Seguridad. Incluso hay quien ha determinado que una persona desaparecida ya era cadáver sin siquiera haber localizado el cuerpo, sólo porque el animal mostró interés en un objeto de la casa en el que había fluidos corporales, dió por sentado que la persona ya era cadáver – sin haber sido localizada aún -. Y comunicándoselo así a su familia y al resto de vecinos, cuando por razones obvias estas cuestiones jamás deben salir del ámbito de la investigación criminal. Por no hablar de la intromisión de alguien no cualificado en un caso en el que supuestamente ha habido un delito, con las repercusiones que ello podría tener a nivel legal.
Situaciones como ésta, parecidas o incluso peores se dan con frecuencia pero nadie las denuncia. Por temor, por desconocimiento o por un mal entendido corporativismo, la cuestión es que este tipo de farsas continúan, en ocasiones, poniendo en peligro la vida de personas o transmitiendo datos equívocos a sus familiares.
Mesa redonda con código ético incluído
Pero todo ésto podría cambiar en breve si sale adelante una propuesta que han decidido plantear los grupos de rescate españoles: solicitar la regulación de su actividad.
Para ello, desde Noviembre de 2015 se han reunido y coordinado para poner encima de la mesa el proyecto. El próximo 6 de febrero se reunirán para ultimar los detalles y presentar una solicitud formal al Ministerio del Interior.
Si sale adelante, en el futuro aquellos que no funcionan con un código ético básico tendrán los días contados o, por lo menos, no podrán engañar a nadie ni pondrán en peligro vidas humanas ni jugarán con los sentimientos de las personas. Porque ésto va de vidas humanas, no hay sitio para los farsantes.
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