Los perros de trabajo no sufren
NO, los perros de trabajo no sufren ni en su entrenamiento, ni en su trabajo. Aclaramos las dudas y damos respuesta a muchas preguntas. Para que cuando alguien te vuelva a decir ‘pobrecito’… le puedas responder con argumentos
Isabel Herrán | PerrosdeBusqueda©
Cuando se trabaja con perros de búsqueda o detectores, en la especialidad que sea, se entiende perfectamente este concepto. Un perro que busca, no sufre. Al contrario, está realizando una de las actividades que más le gustan y para la además que está diseñado. Por algo siempre decimos eso de que el olfato canino es «la octava maravilla».
Todo esto lo saben muy bien los guías caninos, que son los que entrenan , comparten actividad y muchas veces conviven con su perro. Pero hay quien no lo tiene tan claro y piensa, equivocadamente, que estos perros sufren cuando entrenan o cuando trabajan.
Si sufrieran no trabajarían o trabajarían mal
Tan simple y tan obvio. Un animal que no encuentre refuerzo o algo que le produzca satisfacción no va a querer realizar esa conducta.
Vamos a lo básico. El aprendizaje es un proceso mediante el cual el organismo incorpora nuevos conocimientos o habilidades a su repertorio por medio de la experiencia. Es la vía por la cual adquirimos, generalizamos, contextualizamos o variamos nuestra conducta y nuestra manera de ver la realidad.
Siguiendo con las bases del aprendizaje y resumiendo mucho: hay más probabilidades de que el perro repita una conducta si obtiene consecuencias positivas y menos probabilidad si las consecuencias son negativas.
Si el perro no obtuviese algo positivo con lo que hace, si no disfrutase, sencillamente no tendría motivación para hacerlo. Sus ganas por buscar disminuirían. Si sufriese, el perro preferiría evitar esa situación.
Y no hay más que ver los vídeos o asistir a un entrenamiento para observar la actitud de esos perros. Ver sus ganas por ir a trabajar, la forma de buscar, la motivación, la alegría… Todo eso demuestra algo claro: los perros de trabajo no sufren. Al contrario, les gusta. Quieren obtener ese refuerzo final que, a través del entrenamiento, han aprendido a asociar. Y este es precisamente el ‘quid’ de esta cuestión.
Buscar, localizar y señalizar = ¡premio!
Quien no conoce cómo puede disfrutar un perro en las disciplinas de búsqueda se plantea, por ejemplo, cómo el perro puede preferir subirse a una montaña de escombro, con calor, cansado… antes que tumbarse a descansar con su bol de agua fresquita al lado.
Esto tiene una respuesta muy simple. El animal ha asociado que buscar, localizar y señalizar le va a reportar que una persona (olor humano) le entregue su juguete preferido y juegue con él. Con el entrenamiento -basado en el juego-, conseguimos que su objetivo principal sea ese.
Por increíble que parezca, se puede conseguir que el perro prefiera ese objetivo antes que tumbarse a descansar, irse a la sombra, comer algo suculento del suelo, ignorar un gato o ir detrás de una perra en celo. Parece imposible pero no lo es. Para empezar, a los perros les gusta buscar. Y si eso además les reporta una recompensa, premio doble. Ahora te lo explico.
Venga ya, ¡tiene que haber alguna medida dura!
En absoluto. Es precisamente al contrario y volvemos al principio. Si no le gustara lo que hace, perdería motivación y entonces es cuando comería lo que encuentre en el suelo, se iría a tumbar en la sombra o se escaparía tras la perra en celo.
Y como decíamos: si le gusta, si el refuerzo que obtiene le satisface, estará deseando repetir la conducta, en este caso, realizar la actividad que nosotros necesitamos.
Por eso, este entrenamiento de los perros de búsqueda y detectores se realiza en base al juego, puro y duro. Diversión desde que empieza a buscar hasta que vuelve. Por conseguir su objetivo. Y por algo que muchas veces pasa desapercibido: sólo el hecho de buscar, es un refuerzo para el perro. Va en su naturaleza y por eso, correr, buscar, localizar el foco del olor… son conductas instintivas que construyen por sí mismas una cadena de refuerzos que desembocan en el objetivo y gran refuerzo final.
Pero cuidado. Todo este proceso no es fácil, ni mucho menos. Y por eso, se tarda más de un año, incluso dos años, en conseguir que un perro esté operativo. Y sólo a través de una cuidada selección del perro, un programa estricto y un entrenamiento continuado en manos de personas cualificadas, conseguiremos que busque un olor concreto, que ignore el resto y que no se distraiga con nada.
Las corrientes radicales: talibanimalismo e ignorancia
No es raro encontrar comentarios, insultos y ataques de quienes piensan que un perro no debería trabajar. Afortunadamente son muy pocos y provienen de círculos radicales que se autodenominan animalistas. Flaco favor hacen a este colectivo, por cierto.
Atacan el hecho de que los perros caminen por el escombro, que sean perros policía, que trabajen en la nieve con frío, o que viajen en transportines. Incluso algo tan radical como no aceptar que los perros trabajen. Esta premisa, conociendo la naturaleza de un perro, es absurda y demuestra una total ignorancia acerca de lo que es un perro.
Una de las razones que alegan estos colectivos es que a los perros se les esclaviza por comodidad. Esto no es así. Primero y como ya hemos explicado, los perros no van obligados. Su trabajo es juego, ellos se divierten mientras trabajan y además, realizan una labor que para nosotros es beneficiosa y, en ocasiones, incluso puede ser vital.
Un perro que entra al escombro va a buscar personas con vida que hayan quedado sepultadas. Sin ese perro, su localización requeriría un tiempo mil veces mayor y supondría arriesgar la vida de las personas heridas y de los rescatistas.
No aceptar que los perros trabajen, conociendo la naturaleza de un perro, es absurdo y demuestra una total ignorancia
Y, por la misma razón, se utilizan perros de explosivos. Imaginemos un estadio de fútbol, final de la Champions. Perros detectores buscan explosivos dentro y fuera del estadio. Sin ellos no sería posible localizar un artefacto oculto. ¿Arriesgamos la vida de todas las personas que acuden al espectáculo cuando tenemos equipos caninos que, jugando, son capaces de evitarlo?
Y esto ocurre con cualquier especialidad. Hoy día el olfato canino es la mejor herramienta que tenemos para localizar olores. No hay nada que lo iguale, ni siquiera que se le parezca. Y, con su trabajo -recordemos: jugando-, salvan vidas, evitan muertes, evitan tráfico de drogas, detectan enfermedades de forma temprana… Por todo esto es por lo que utilizamos, o mejor dicho, contamos con perros para buscar. ¿A quién le sigue pareciendo mal?
Pero sigamos con los argumentos.
Los guías son los primeros en no querer arriesgar la vida de su perro
Esto es algo que suele pasar desapercibido para quienes desconocen cómo es la vida de un perro de trabajo. Un guía canino es el primero en no querer arriesgar la vida de su perro, por dos razones básicas:
Primero, porque es su compañero. La relación entre un guía y su perro de trabajo supera muchas veces a lo que sería una relación normal de un perro y su dueño. Entrenar, trabajar en situaciones reales, convierte esa relación en un estrecho vínculo que para el perro y para el guía representa algo muy especial.
Y además de esto, hay una cuestión de practicidad lógica. Preparar un buen perro de búsqueda o de detección significa emplear gran cantidad de dinero, tiempo y trabajo. En algunas especialidades se tarda hasta dos años en llegar a tener un perro operativo. Y después, continuará el entrenamiento durante toda su vida de trabajo.
Por eso, no tiene sentido pensar que un guía canino o un grupo/unidad va a poner en peligro la vida de sus perros alegremente, sólo por comodidad. Correrán riesgos pero nunca innecesarios.
Razas de trabajo. Sí ¡razas de trabajo!
Contrariamente a lo que algunos creen, los perros no son lo que nosotros les hacemos ser. Sí, tenemos mucho que ver en ello y la educación y el trato va a marcar una diferencia, pero el individuo siempre será lo que su naturaleza le indique. Y por eso hay que tener muy en cuenta las razas y entender cuales son las necesidades de nuestro perro. Eso forma parte de una tenencia responsable.
Un Border Collie es feliz pastoreando, corriendo, jugando, interactuando con su guía. Un Malinois es feliz mordiendo una manga en deportes caninos. Un Bloodhound es feliz buscando un rastro durante kilómetros. Son algunos ejemplo de razas que, a lo largo de los siglos, han evolucionado de la mano del ser humano, seleccionadas para realizar determinadas actividades. Son más de 12.000 años de convivencia con este animal que, no olvidemos, es un canis-lupus familiaris, es decir, una subespecie del lobo.
Pretender que esas aptitudes o esa naturaleza no existen, tratar de eliminarlas por considerar que el trabajo es algo que va en su contra, es una forma de maltrato animal. No se trata de que todos los borders pastoreen o que todos los malis muerdan pero sí debemos satisfacer de alguna forma sus instintos.
Trabajar, ya sea de forma operativa o deportiva, es una excelente forma de conseguirlo. Lo contrario, pretender convertir a un perro con estas características en un perro faldero, en un cojín del sofá, es condenarle a un maltrato de por vida. Y lo peor es que, además, esta situación desembocará seguro en alguno o en muchos problemas de conducta. Y muy serios.
Hay que tener muy en cuenta la raza de nuestro perro y entender cuales son sus necesidades. Eso forma parte de una tenencia responsable
Excepciones que hay que erradicar
Una de las razones para estar en contra de los perros de trabajo y un argumento para los ataques radicales es el hecho de que, en algunas ocasiones, los perros de trabajo no están en las mejores condiciones. Es algo que por desgracia ocurre en algunas ocasiones y que hay que solucionar.
Cheniles y condiciones inadecuadas, tiempos de permanencia excesivos en estos cheniles, mala calidad de la alimentación, pueden encontrarse en el mundo del perro de trabajo. Y pueden convertirse en arma arrojadiza para quienes quieren acabar con su actividad.
Este problema puede darse en algunas unidades profesionales, ya que las circunstancias de estos equipos son muy diferentes a las de un guía voluntario de perros de rescate. Afortunadamente cada vez se avanza más por mejorarlo, ya que está demostrado que, cuanto mejor cuidado esté el perro, mejor será su desempeño.
Pero estas excepciones no pueden suponer el argumento en contra de que los perros trabajen. No son más que circunstancias aisladas y que se pueden solucionar y nada tienen que ver con lo anteriormente expuesto en este artículo. De hecho, animamos desde aquí a los colectivos animalistas a que se pongan en marcha para conseguir mejorar estas condiciones. Todos queremos evitar que un perro de trabajo sufra, bajo ninguna circunstancia.
Pero eso sí, sin perder el norte y sin irnos a los extremos. Estar en perreras, que no convivan con sus guías, no significa maltrato ni mucho menos. Todo depende de la calidad de su estancia en esos cheniles, que las salidas sean las necesarias y que sus condiciones sean óptimas. Y tenemos bastantes ejemplos de cómo se puede lograr que esa estancia sea la adecuada.
Para opinar de algo hay que conocerlo
Todo lo anterior intenta aclarar un poco -en la medida que permite la limitación de un artículo escrito- lo que es un perro de trabajo. Y lo injusto que es poner en duda o condenar su utilización.
Respetamos todas las opiniones y cada uno puede tener a su perro como prefiera. Pero no conviene lanzar opiniones y afirmaciones o ataques cuando se conoce bien de lo que se habla.
Y si aún no has quedado convencido/a de que los perros de trabajo no sufren, ni en su entrenamiento, ni cuando buscan. Si aún piensas que no deberían trabajar, te animamos a que te acerques a un entrenamiento de un grupo de rescate por tu zona y lo veas con tus propios ojos.
O mejor, puedes hacer de víctima/figurante, que les vendrá muy bien. Y verás, desde primera fila, «lo mal que lo pasa un perro de trabajo».
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